viernes, 5 de junio de 2009

Las nubes son fractales.

Si usted ve de lejos un trozo de costa, con sus golfos, penínsulas y cabos, y se acerca más, podrá ver que quizá dentro del golfo hay otros pequeños golfos, y, dentro de la península, otras pequeñas penínsulas. Y, si se acerca aún más, dentro de cada pequeño golfo, hay más minúsculos golfos, y así podríamos continuar hasta concluir que toda la costa son infinidad de penínsulas, cabos y golfos.


Con las nubes ocurre lo mismo. De lejos, observamos una nube, pero, si nos acercamos a ella, apreciamos muchos fragmentos que son nubes independientes. Y cada nube independiente está formada por muchas más nubes minúsculas.
En ocasiones, con situaciones de calmas, con vientos muy débiles, incluso en las capas altas de la troposfera, si hay suficiente humedad, pueden formarse nubes casi inmóviles que van adquiriendo unas formas precisas, casi simétricas. La mínima energía que necesitan para formarse se traduce en suaves velos semitransparentes. Podríamos decir que son nubes que guardan semejanzas a escalas diferentes, o técnicamente nubes fractales. A veces pueden adquirir formas realmente curiosas como la imagen que adjuntamos, que parece la cabeza de un perro o un dragón. En los polos con viento en calma, pueden formarse algunas nubes bajas, tipo estratos, que mantienen su estructura durante horas, casi sin apenas movimiento. En las montañas de la Antártida permanecen a veces pegadas a una vertiente, inmóviles, sin ninguna dimensión vertical, con su tonalidad grisácea. Son nubes de gran belleza ligadas a situaciones anticiclónicas de gran estabilidad.

Artículo aparecido en el Periodico.com

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